La ficción es un lugar con puertas y ventanas, un inmenso tragadero por el que se van filtrando nuestras vidas. A nuestro alrededor, sin que nosotros lo advirtamos, existe una red de resquicios por los que lo ficticio se va a adueñando de lo vivo, pequeños agujeros por los que se cuela la realidad como en la madriguera de un conejo que llega tarde a su cita. Este tipo de conexiones tienden a multiplicarse ante la cercanía del novelista. Los que lo han vivido sienten la presencia del escritor como la de un agujero negro, una fuerza que nos va desposeyendo de gestos, vivencias y expresiones...
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