El pez luna es una criatura gigantesca y extraña. Casi siempre se le observa nadando en solitario, centenares de kilómetros mar adentro y en dirección desconocida. Sus colosales dimensiones hacen de él el más pesado de los peces óseos sobre la Tierra: llega a medir tres metros de longitud y a superar las dos toneladas.
La imagen de un pez luna junto a un submarinista nos da una idea de sus descomunales proporciones. El pez luna tiene un comportamiento absolutamente pacífico y apenas reacciona a lo que le rodea, tal vez porque su cerebro es tan pequeño como una nuez y no supera los 4 gramos de peso. (Seguir leyendo) (English)
Tan escasa materia gris explica su falta de reacción a los ataques o que muera de las formas más insospechadas.
Debido a esta falta de cerebro, los enormes peces luna son como grandes asteroides flotando en el océano, pedazos de materia inerte a la deriva. Su piel es un mapa cubierto de cráteres, como el de algunos cuerpos celestes.
Curiosamente, los ingleses se refieren a este animal como “pez sol” (sunfish) por sus deslumbrantes apariciones en la superficie. Sin embargo, más que fulgurantes astros, los peces luna son como rocas sin destino. El submarinista que nada junto a ellos es como un cosmonauta flotando en el espacio.
Según el National Geographic, desde que nace, el pez luna puede llegar a aumentar hasta 60 millones de veces su peso, lo que en un ser humano equivaldría a alcanzar el peso de seis Titanics.
Cuando les vemos fuera del agua, nos sobreviene la misma sensación que tenemos frente a un barco hundido. Se diría que es un pez fabricado en hormigón, un gigante pesado y extraño.
Su nombre científico, “mola mola”, parece puesto por un niño en un arrebato de entusiasmo. Por lo visto, procede del latín mola (muela o piedra de molino), y alude a su tamaño y forma.
De cuando en cuando, algún pescador de alguna remota aldea saca uno de estos ejemplares a la superficie, y se piensa que ha pescado una bestia bíblica, uno de esos peces le hablará y le hará inmensamente rico.
A principios de siglo, los encargados del Australian Museum incorporaron a su colección un pez luna de tal tamaño que tuvieron que introducirlo en el edificio a través de una ventana mediante poleas. El tamaño de algunos ejemplares es tan descomunal, que llegan a ocupar una plaza de aparcamiento.
En algunos mares del mundo, la presencia de estos colosos es especialmente temida por los dueños de embarcaciones pequeñas. Los peces luna gustan de remolonear en la superficie, por lo que pueden suponer un auténtico peligro. El choque de pequeños yates contra estas moles de carne suele tener un resultado fatal.
La carne de los peces luna contiene neurotoxinas similares a las de otros peces venenosos de su orden (tetraodontiformes). Sin embargo, hay un hecho indiscutible: si tiene aletas y aspecto de pez, no faltará el japonés que se lo coma.
Más: 1, 2, 3, 4, 5 / English version: The Giant Ocean Sunfish
La imagen de un pez luna junto a un submarinista nos da una idea de sus descomunales proporciones. El pez luna tiene un comportamiento absolutamente pacífico y apenas reacciona a lo que le rodea, tal vez porque su cerebro es tan pequeño como una nuez y no supera los 4 gramos de peso. (Seguir leyendo) (English)
Tan escasa materia gris explica su falta de reacción a los ataques o que muera de las formas más insospechadas.
Debido a esta falta de cerebro, los enormes peces luna son como grandes asteroides flotando en el océano, pedazos de materia inerte a la deriva. Su piel es un mapa cubierto de cráteres, como el de algunos cuerpos celestes.
Curiosamente, los ingleses se refieren a este animal como “pez sol” (sunfish) por sus deslumbrantes apariciones en la superficie. Sin embargo, más que fulgurantes astros, los peces luna son como rocas sin destino. El submarinista que nada junto a ellos es como un cosmonauta flotando en el espacio.
Según el National Geographic, desde que nace, el pez luna puede llegar a aumentar hasta 60 millones de veces su peso, lo que en un ser humano equivaldría a alcanzar el peso de seis Titanics.
Cuando les vemos fuera del agua, nos sobreviene la misma sensación que tenemos frente a un barco hundido. Se diría que es un pez fabricado en hormigón, un gigante pesado y extraño.
Su nombre científico, “mola mola”, parece puesto por un niño en un arrebato de entusiasmo. Por lo visto, procede del latín mola (muela o piedra de molino), y alude a su tamaño y forma.
De cuando en cuando, algún pescador de alguna remota aldea saca uno de estos ejemplares a la superficie, y se piensa que ha pescado una bestia bíblica, uno de esos peces le hablará y le hará inmensamente rico.
A principios de siglo, los encargados del Australian Museum incorporaron a su colección un pez luna de tal tamaño que tuvieron que introducirlo en el edificio a través de una ventana mediante poleas. El tamaño de algunos ejemplares es tan descomunal, que llegan a ocupar una plaza de aparcamiento.
En algunos mares del mundo, la presencia de estos colosos es especialmente temida por los dueños de embarcaciones pequeñas. Los peces luna gustan de remolonear en la superficie, por lo que pueden suponer un auténtico peligro. El choque de pequeños yates contra estas moles de carne suele tener un resultado fatal.
La carne de los peces luna contiene neurotoxinas similares a las de otros peces venenosos de su orden (tetraodontiformes). Sin embargo, hay un hecho indiscutible: si tiene aletas y aspecto de pez, no faltará el japonés que se lo coma.
Más: 1, 2, 3, 4, 5 / English version: The Giant Ocean Sunfish
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