Moriríamos bajo el espectáculo más bello jamás imaginado. Fenomenales auroras y cortinas de rayos cósmicos caerían de los cielos durante meses hasta acabar con la capa de ozono, la magnetosfera y la vida en nuestro planeta. Si la estrella se encontrara lo suficientemente cerca, la mayoría caeríamos fulminados en los primeros instantes.
El reciente hallazgo por parte de la NASA de la supernova más joven de la galaxia ha vuelto a despertar la inquietud en la mente de algunos. Afortunadamente, no existe ninguna candidata lo suficientemente grande y moribunda en nuestro entorno más cercano como para despertar nuestros temores. Aunque la predicción no es del todo segura y sólo vale para el próximo millón de años. (Seguir leyendo)
Para que la explosión de una estrella nos afecte se calcula que debe encontrarse a una distancia de entre 25 y 100 años luz de nosotros y tener un tamaño entre diez y veinte veces mayor que el sol. La candidata más cercana, que lleva años chisporroteando sospechosamente, es la lejana Betelgeuse, que se encuentra a 427 años luz de distancia.
La posibilidad de que una supernova afecte a la vida en la Tierra no solo existe sino que ha sido cuidadosamente documentada por los astrónomos. A lo largo de su historia, nuestro planeta ha sufrido las radiaciones de varias supernovas que han dejado su huella en la capa de ozono y que podrían ser las causantes de algunas extinciones masivas.
Hace diez millones de años, por ejemplo, la explosión de supernovas llegó a ser tan frecuente que es probable que nuestros antepasados los australopitecos contemplaran cada cierto tiempo como los astros se iluminaban en pleno día. La radiación afectó entonces a algunos moluscos y criaturas marinas demasiado sensibles a los rayos ultravioleta y respetó el resto de formas de vida sólo porque las supernovas no estaban lo suficientemente cerca.
Gracias a estas observaciones hoy sabemos que el sistema solar viaja dentro de una gigantesca burbuja de gas formada tras aquellas explosiones y que estamos aquí casi de milagro. Si nuestro planeta hubiera estado más cerca del centro de la galaxia, atestado de estrellas que explotan en cadena, la vida, sin duda, lo habría tenido mucho más difícil.
Más: 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9
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El reciente hallazgo por parte de la NASA de la supernova más joven de la galaxia ha vuelto a despertar la inquietud en la mente de algunos. Afortunadamente, no existe ninguna candidata lo suficientemente grande y moribunda en nuestro entorno más cercano como para despertar nuestros temores. Aunque la predicción no es del todo segura y sólo vale para el próximo millón de años. (Seguir leyendo)
Para que la explosión de una estrella nos afecte se calcula que debe encontrarse a una distancia de entre 25 y 100 años luz de nosotros y tener un tamaño entre diez y veinte veces mayor que el sol. La candidata más cercana, que lleva años chisporroteando sospechosamente, es la lejana Betelgeuse, que se encuentra a 427 años luz de distancia.
La posibilidad de que una supernova afecte a la vida en la Tierra no solo existe sino que ha sido cuidadosamente documentada por los astrónomos. A lo largo de su historia, nuestro planeta ha sufrido las radiaciones de varias supernovas que han dejado su huella en la capa de ozono y que podrían ser las causantes de algunas extinciones masivas.
Hace diez millones de años, por ejemplo, la explosión de supernovas llegó a ser tan frecuente que es probable que nuestros antepasados los australopitecos contemplaran cada cierto tiempo como los astros se iluminaban en pleno día. La radiación afectó entonces a algunos moluscos y criaturas marinas demasiado sensibles a los rayos ultravioleta y respetó el resto de formas de vida sólo porque las supernovas no estaban lo suficientemente cerca.
Gracias a estas observaciones hoy sabemos que el sistema solar viaja dentro de una gigantesca burbuja de gas formada tras aquellas explosiones y que estamos aquí casi de milagro. Si nuestro planeta hubiera estado más cerca del centro de la galaxia, atestado de estrellas que explotan en cadena, la vida, sin duda, lo habría tenido mucho más difícil.
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