A la Naturaleza le gustan las oscilaciones periódicas. Los latidos del corazón, la traslación de la Tierra o el movimiento de los planetas son ejemplos de oscilaciones naturales. En diferentes situaciones y lugares, existen determinados sistemas que tienden a interactuar entre sí hasta acoplar el ritmo de sus movimientos.
Para demostrar este fenómeno físico, se suele recurrir a un experimento relativamente sencillo, que consiste en coger varios metrónomos, ponerlos a oscilar desacompasadamente y colocarlos sobre una superficie no rígida. A continuación sucede lo siguiente:
Como veréis en los vídeos, una vez que los metrónomos empiezan a oscilar sobre la tabla y las latas, el desplazamiento de cada uno de ellos influye en el siguiente, de forma que a los pocos segundos todos los metrónomos terminan perfectamente sincronizados. (Seguir leyendo)
El fenómeno de la sincronización se conoce desde febrero de 1665, cuando el físico Christiaan Huygens descubió que los dos péndulos colocados en la pared de su cuarto habían sincronizado sus movimientos de forma misteriosa. De alguna manera, supuso Huygens, los relojes estaban interaccionando a través de la pared, lo que le llevó a esbozar una primera explicación de los osciladores acoplados.
Nuestros ritmos circadianos, las ondas cerebrales o muchos de nuestros procesos nerviosos están regidos también por este ajuste de frecuencias, que permite a la Naturaleza tejer su propio ritmo.
Un fenómeno parecido ocurre, por ejemplo, con los aplausos. Hace algunos años, un grupo de físicos descubrió la tendencia de los grandes auditorios a aplaudir de forma sincronizada en cuanto pasan los momentos de mayor entusiasmo. A medida que los espectadores se relajan, reducen a la mitad su frecuencia de aplauso y tienden a acoplar el ritmo con el de los demás. De esta forma, cada espectador actúa como un oscilador y se acopla de forma espontánea, siguiendo esa extraña tendencia de la Naturaleza a sincronizarlo todo.
Más info y fuentes: 1, 2, 3, 4
Archivado en: Ciencia
Para demostrar este fenómeno físico, se suele recurrir a un experimento relativamente sencillo, que consiste en coger varios metrónomos, ponerlos a oscilar desacompasadamente y colocarlos sobre una superficie no rígida. A continuación sucede lo siguiente:
Como veréis en los vídeos, una vez que los metrónomos empiezan a oscilar sobre la tabla y las latas, el desplazamiento de cada uno de ellos influye en el siguiente, de forma que a los pocos segundos todos los metrónomos terminan perfectamente sincronizados. (Seguir leyendo)
El fenómeno de la sincronización se conoce desde febrero de 1665, cuando el físico Christiaan Huygens descubió que los dos péndulos colocados en la pared de su cuarto habían sincronizado sus movimientos de forma misteriosa. De alguna manera, supuso Huygens, los relojes estaban interaccionando a través de la pared, lo que le llevó a esbozar una primera explicación de los osciladores acoplados.
Nuestros ritmos circadianos, las ondas cerebrales o muchos de nuestros procesos nerviosos están regidos también por este ajuste de frecuencias, que permite a la Naturaleza tejer su propio ritmo.
Un fenómeno parecido ocurre, por ejemplo, con los aplausos. Hace algunos años, un grupo de físicos descubrió la tendencia de los grandes auditorios a aplaudir de forma sincronizada en cuanto pasan los momentos de mayor entusiasmo. A medida que los espectadores se relajan, reducen a la mitad su frecuencia de aplauso y tienden a acoplar el ritmo con el de los demás. De esta forma, cada espectador actúa como un oscilador y se acopla de forma espontánea, siguiendo esa extraña tendencia de la Naturaleza a sincronizarlo todo.
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